Declaración de Fe
Introducción:
Las Sagradas Escrituras constituyen nuestra toda suficiente regla de fe y conducta. En ellas fundamen- tamos nuestra creencia en Dios. Por lo tanto, las declaraciones de verdades fundamentales que siguen, ex- traídas del Libro Sagrado, La Biblia, son tenidas por base de nuestra fe y comunión cristiana. La fraseología que usamos en esta declaración no la tenemos por inspirada, pero las verdades que en ella expresamos las consideramos esenciales para un ministerio cristiano completo.
Esta declaración no contiene todas las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, pero sí aquellos artículos de fe necesarios en los cuales basar nuestra comunión cristiana, acordes con la revelación divina. Por tanto, creemos en:
Sección A. La inspiración Divina en las Sagradas Escrituras.
Afirmamos que Dios tuvo la iniciativa para ejercer su influencia sobre cada escritor de las Sagradas Escritu- ras sin impedir la participación del intelecto humano en la comunicación de la verdad sagrada.
Sección B. El Dios único y verdadero.
El Dios único y verdadero se ha revelado a sí mismo como el Todopoderoso Creador del Universo, quien al manifestarse como Yo Soy, es en sí mismo el Eterno que se da a conocer al hombre para salvarlo, y quien en su revelación, al ser una Unidad de personas, se presenta como UNO.
Sección C. La adorable deidad.
Esta grandiosa y misericordiosa Deidad está compuesta por tres personas, de ahí que hablamos de tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Tanto el vocablo trinidad como personas no se encuentran en las Sagradas Escrituras, pero son términos que están implícitos en ella y que la iglesia Cristiana los adoptó para definir su conocimiento de Dios, y los mismos guardan armonía con la Palabra de Dios. Cuando hablamos de Trinidad nos estamos refiriendo a la composición de la Deidad en tres personas. Por persona significamos subsistencia, indicando que Dios es en tres subsistencias, revelado en las Escrituras como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por subsistencia significamos la forma propia de ser Dios. Así pues, Dios es en tres formas propias, cada una en particular poseyendo los atributos que definen la personalidad, a saber: pensamiento, voluntad y sentimiento.
Sección D. Distinción y relación en la Deidad.
En el Nuevo Testamento encontramos la encarnación del Hijo en Jesús de Nazaret y la Escritura afirma que ese milagro es obra y gracia del Espíritu Santo. Evidenciando esto que Dios es uno, pero también trino, dán- dose en la relación de Padre, Hijo y Espíritu Santo, como puede comprobarse en el bautismo de nuestro Señor Jesucristo. Esta verdad sagrada alude a la esencia misma de la Deidad, mas su conocimiento pleno es imposible, aunque lo revelado, con la ayuda del Espíritu Santo, lo podemos comprender. Así pues lo enseñamos y aquí lo declaramos.
Sección E. La Trinidad de Dios.
La Iglesia primitiva a través de su testimonio inspirado, registrado en la literatura neotestamentaria, afirma que Dios es trino, a saber: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estas personas constituyen un solo y único Dios- una Deidad. No obstante, al hablar de tres personas no queremos decir que Dios se manifiesta en maneras distintas, sino al contrario, que Dios fue, es y será tres subsistencias, cada una con funciones redentoras propias. Esto es: el Padre genera, el Hijo redime y colabora junto al Padre en la inspiración del Espíritu San- to: el Espíritu Santo procediendo del Padre y del Hijo, es el ejecutivo de la Deidad. Por otro lado, al aceptar que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo no establecemos que hay tres dioses, sino un solo Dios compuesto por tres personas consustanciales.
Sección F. Cooperación en la Deidad.
El Dios trino, quien es y actúa en tres personas, muestra su perfección en la coordinación y colaboración armónica en que esas personas laboran, el quehacer creador es del Padre, pero en la creación del Universo el Verbo del Padre es el Hijo y la acción que ese Verbo declara la ejecuta el Espíritu Santo, por tanto, la creación plena corresponde al Dios Trino. En la economía de la salvación del hombre, el Padre ama y envía al Hijo, el Hijo adviene y logra la reconciliación del hombre con el Padre; el Espíritu Santo afluye y hace reali- dad esa reconciliación en el hombre. De modo que, aunque las personas comparten una esencia, los minis- terios son diferentes y sus acciones salvíficas se llevan a cabo en un plano de gran cohesión y comunión.
Sección G. Nombre del Padre.
En las Escrituras encontramos que Dios se revela al hombre por medio de sus nombres. Consideramos al- gunos:
1. Elohim traducido Dios – Nombre del singular Eloah, cuya aceptación designa a Dios como el fuerte y po- deroso o como el que es e implica plenitud de poder. Desde el punto de vista cristiano alude a la Trinidad. En el Nuevo 133 Testamento su equivalente es Theos.
2. Jehová (Yahveh) – La Deidad se da a conocer por medio de este nombre que significa el Dios que tiene existencia en sí mismo, o el Eterno que se revela a su pueblo para librarlo. Adonai (Señor)- Este nombre sig- nifica juzgar, gobernar y designa a Dios como el todo poderoso regente a quien están sujetas todas las co- sas y ante quien el hombre se relaciona como siervo. En el Nuevo Testamento se usa como equivalente el término Kurios.
3. El Shaddai (El Todopoderoso) Dios – mediante este sustantivo personal manifiesta su omnipresencia para sustentar, fortalecer y dar toda clase de provisión a su pueblo.
4. El Santo – Este nombre señala la santidad de Dios que constituye su naturaleza esencial, y lo presenta como aquel ser que está por encima de todas sus criaturas y es absolutamente distinto a lo creado, repre- senta en la Divinidad su esencia moral, aborreciendo el pecado y exigiendo pureza a sus criaturas. A aquellos que mediante la fe le aceptan, en hijos legítimos.
5. El Santísimo (El Elyon) – Las Escrituras registran este nombre presentando a Dios como el Creador del Cielo y de la Tierra. Combina pues, tanto la trascendencia de Dios como Creador de los cielos y la tierra y quien tiene dominio sobre ellos, ubicándose más allá del hombre. También su inmanencia al denominarlo creador de la tierra y quien ejerce autoridad sobre ella. Así entonces, se revela a Dios como el que es: aquel que a pesar de su grandeza y excelsitud interviene en la vida del hombre para su bienestar y quien gobierna tanto los cielos como la tierra.
6. Padre (Pater) – Designa la primera persona de la Trinidad. Nombre que describe a Dios como el origina- dor de todas las cosas y aun de los seres humanos. El Hacedor se da a conocer en una relación de amor para con sus hijos, los hombres, y esta expresión de amor paternal de Dios llega a su plenitud al entregar a Jesucristo su Hijo al sacrificio en la cruz para salvación del hombre, constituyendo a aquellos que mediante la fe le aceptan, en hijos legítimos.
Sección H. Títulos dados al Hijo.
1. Señor – Implica dominio, toda autoridad sobre todas las cosas y posesión de todo lo creado.
2. Emanuel (Dios con nosotros) – El Señor Jesucristo, en cuanto a su naturaleza divina y eterna, es el Uni- génito del Padre; pero en cuanto a su naturaleza humana, es hijo del hombre. Desde luego, Él es reconocido como Dios y hombre, es Emanuel “Dios con nosotros”.
3. Hijo de Dios – El nombre Emanuel abarca ambas cosas, Dios y hombre en una persona, nuestro Señor Jesucristo. Se entiende que el título Hijo de Dios describe su propia deidad e Hijo del Hombre su propia hu- manidad. De modo que el título Hijo de Dios pertenece al orden de la eternidad y el Hijo de Hombre al orden del tiempo.
4. Hijo del Hombre – Se designa de esta manera a Jesús indicando su humanidad para identificarlo con los hijos de los hombres y describirlo como representante en el establecimiento del Reino de Dios sobre la tier- ra. Por lo tanto, señala la misión mesiánica del Hijo de Dios.
5. Cristo o Mesías – Cristo es la forma griega del vocablo hebreo Mesías que significa “El Ungido”. El que fue escogido desde antes de la fundación del mundo para ser el Mesías o el Cristo, fue investido pública- mente de su dignidad en el Jordán cuando vino sobre Él la unción del Espíritu Santo. Hijo de David (Línea genealógica real)- Este título es equivalente a Mesías ya que una de las cualidades importantes del Mesías, era su descendencia de David. Como recompensa a su fidelidad, Dios prometió a David una dinastía eterna. Cristo, como hijo de David cumplirá la promesa y profecía hecha a éste cuando se siente en el trono mile- nario como su heredero.
Sección I. Nombre dado al Hijo, Jesús (Obra salvadora).
Antes de su nacimiento, el ángel Gabriel anunció que el fruto del vientre de María habría de llamarse Jesús porque Él salvaría su pueblo de sus pecados. Sobre la cruz cumplió la misión indicada por su nombre, puesto que el salvar al hombre del pecado requiere expiación y la expiación implica muerte. Durante toda su vida vivió de acuerdo a su nombre; fue siempre el Salvador.
Sección J. Preexistencia y Encarnación de Cristo.
Creemos que Jesucristo obtuvo el título de Hijo de Dios no simplemente del hecho de la encarnación o por su relación a la economía de redención, sino que existe desde la eternidad. De manera que negar que el Hijo sea real y eterno es una negación a la distinción y relación a la Deidad de Dios; y destruir la verdad de que Jesucristo es venido en la carne.
Sección K. Exaltación de Jesucristo como Señor.
El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, habiéndose entregado a sí mismo para la limpieza de nuestros pe- cados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, quedando sujetos a Él los ángeles, potestades y principados. Y habiendo sido hecho Señor y Cristo, rogó al Padre que nos enviara el Espíritu Santo, a fin de que podamos doblar nuestras rodillas y confesar que Él es el Señor para la gloria de Dios el Padre hasta el fin, cuando el Hijo se sujetará al Padre para que Dios sea el Todo y en todos.
Sección L. Sujeción al Señorío divino del Hijo.
Puesto que el Padre ha entregado todo juicio al Hijo, no solamente es el deber expreso de todos los que están en los cielos y en la tierra doblar sus rodillas, sino que hay un gozo inexplicable por el Espíritu Santo en ellos al atribuir al Hijo todos los atributos de la Deidad y dar a El todo el honor y la gloria contenidos en todos sus nombres y títulos divinos. Así honramos al Padre y al Hijo al mismo tiempo.
Sección M. La Caída y la Redención.
El hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, pero el hombre por su trasgresión a la ley divina fue destituido de la comunión y armonía con su Creador. A pesar del fracaso Espiritual del hombre, Dios en su amor se propuso restaurarlo por medio del sacrificio vicario de Jesucristo en la cruz; elevado precio de nuestra redención.
Sección N. La Salvación del Hombre.
La gracia de Dios que trae salvación al hombre ha sido manifestada al género humano por la predicación del arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo. El hombre es salvo cuando acepta por la fe el sacrifi- cio de Cristo en la cruz del calvario aceptando, a su vez, el ministerio del Espíritu Santo que redarguye de pecado y guía por la senda de justicia. Así, el hombre justificado por gracia, actuando en fe, viene a ser here- dero de Dios, según la divina promesa de vida eterna.
Sección Ñ. Ordenanzas de la Iglesia.
1. Bautismo en Agua – Para participar de esta ordenanza el creyente deberá tener la capacidad mental, emocional y Espiritual necesarias y ser instruido en los principios fundamentales de las Sagradas Escrituras y las doctrinas de la Iglesia. Esta ordenanza del bautismo en agua por inmersión en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como sepultado juntamente con Cristo, deberá observarse como se ordena en las Sagradas Escrituras, para todos los que realmente se han arrepentido, y en sus corazones verdaderamente han aceptado a Cristo como su Salvador y Señor. Al así hacerlo el creyente declara que ha sido separado del mundo al morir con Jesús y que también ha sido levantado con Él para andar en una nueva vida.
2. La Cena del Señor – La Cena del Señor consiste de los elementos del pan sin levadura y del fruto de la vid, como símbolo que expresa nuestra participación de la naturaleza divina de nuestro Señor Jesucristo; es un recuerdo de su pasión y muerte, un acto profético de su segunda venida; una expresión de nuestra mutua comunión como creyentes en Cristo; y por tanto, está ordenada a todos los fieles hasta que Él venga.
Los elementos son el pan sin levadura y el fruto de la vid. El pan simboliza el cuerpo glorioso de Cristo que nos vivifica el fruto de la vid, su sangre que nos limpia de todo pecado. Participar de esta ordenanza significa que somos el Cuerpo de Cristo.
Sección O. Bautismo en el Espíritu Santo.
1. La Promesa del Padre – Todos los creyentes tienen el derecho a la promesa del Padre, que es el bautis- mo en Espíritu Santo y fuego según el mandamiento de nuestro Señor Jesucristo. Todos deben buscarlo an- siosamente y ardientemente esperarlo. Esta fue la experiencia normal de todos los creyentes en la iglesia cristiana primitiva.
Con ella viene la investidura de poder para vivir y servir. También los dones del Espíritu Santo y sus opera- ciones en la obra del ministerio. Esta unción maravillosa es distinta y subsiguiente a la experiencia del nuevo nacimiento.
2. La Evidencia del Bautismo en el Espíritu Santo – El bautismo del Espíritu Santo en los creyentes tiene co- mo evidencia inicial la señal física de hablar en otras lenguas en este instante es el mismo en esencia que el don de lenguas que aparece en 1ra. Cor. 12:10-28, pero diferente en propósito. Habla a Dios y se edifica y se espera que haya interpretación.
El don de lenguas es la facultad de hablar en forma sobrenatural en un idioma jamás aprendido por el que lo habla. Hay dos clases de mensajes en lenguas: primero, una alabanza estática dirigida a Dios solamente (Vea primera cláusula de 1ra. Cor. 14:2); segundo, un mensaje definido para la Iglesia (Vea última cláusula de 1ra. Cor. 14:5). Se deberá hacer la distinción entre lenguas como evidencia del bautismo y lenguas como un don. La evidencia del bautismo es para todos, no así con las lenguas como don.
Sección P. La Santificación.
Las Sagradas Escrituras enseñan una vida de santidad sin la cual nadie verá al Señor “Sed santos porque Yo soy santo”. La santificación abarca dos ideas: separación del mal y dedicación a Dios y su servicio. Siem- pre que una persona o una cosa son separadas de las relaciones comunes de la vida para ser dedicada a usos sagrados, tal persona o cosa ha sido separada o santificada para Dios. La santificación es posicional e instantáneamente por un sencillo acto de fe en Cristo. Es además práctica y progresiva. En el proceso de santificación somos transformados gradualmente y vamos creciendo de gloria en gloria. La completa santifi- cación se alcanzará en nuestro encuentro final con el Señor Jesucristo. “Y el Dios de paz os santifique en todo, para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sean guardados entero, sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. 1ra.Tesalonicenses 5:23 “Cuando le veamos a Él, seremos semejantes a Él”. 1ra. Juan 3:3. La santificación es la voluntad de Dios para todos los creyentes y debe ser diligentemente practica- da mediante la obediencia a la palabra de Dios.
Sección Q. El Ministerio y la Evangelización.
La obra del ministerio y la evangelización corresponden a la Iglesia y consiste en predicar el evangelio a toda criatura y presentarles el plan de salvación como se enseña en las Sagradas Escrituras. La Iglesia debe hacer de la evangelización una realidad proclamando el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
La obra cumbre del calvario fue provista por nuestro Señor Jesucristo para un doble propósito, a saber: la evangelización del mundo y la edificación del Cuerpo de Cristo, su Iglesia. Para esa gran tarea un ministerio divinamente llamado y bíblicamente ordenado, ha sido provisto por nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento.
Sección R. La Sanidad Divina.
La Sagrada Escritura nos presenta la sanidad divina como una provisión de Dios para todos los creyentes. La enfermedad y la muerte son señaladas como consecuencia de la caída del hombre. Cristo, al reconciliar- nos con Dios, mediante la fe en su sacrificio expiatorio, llevó nuestras enfermedades. No obstante su obra salvífica en lo que a la sanidad se refiere se ha cumplido parcialmente, pero tiene además implicaciones es- catológicas. Parcialmente porque a pesar de ser liberados de las enfermedades que son productos del pecado original heredados por todos los hombres, todavía como resultado de nuestra naturaleza, humana caída padecemos las enfermedades. Llegará el momento en la culminación del plan redentor de Dios para la humanidad en que el pecado desaparecerá y en el nuevo mundo de Dios seremos libres totalmente de esos sufrimientos.
Ante dichas enfermedades, por medio de nuestra fe en Jesucristo podamos experimentar cura- ción, siempre y cuando nuestra enfermedad no sea el resultado de nuestra desobediencia o impiedad y requiera confesión de nuestra parte. También puede Dios permitir alguna condición de afección física para nuestro crecimiento espiritual. A la iglesia de Cristo se le ha conferido la facultad Espiritual de proclamar y extender la curación divina a toda persona. En el pasado, a través de los profetas en el Antiguo Testamento y en la iglesia Primitiva por medio de los apóstoles, la sanidad divina fue una realidad. Para hoy el propósito salvífico de Dios no ha cambiado y desea hacer partícipe a sus criaturas humanas de sus bondades; y la sanidad divina es una de ellas.
Sección S. La Bendita Esperanza de Redención.
Creemos en la premilenial e inminente venida de Cristo para reunir a su pueblo – La Iglesia – con Él. Este glorioso acontecimiento ha sido denominado el rapto. Esto es la resurrección de los que han dormido en Cristo y su traslado juntamente con los creyentes que viven para encontrarse con su Señor en el aire. Sea notorio que después de esto habrá un periodo como de siete (7) años, llamado “La Gran Tribulación”. En es- te tiempo del anticristo se manifestará y será destruido en la batalla de Armagedón. Luego la revelación de Cristo con sus Ángeles en llama de fuego y con sus santos (La Iglesia) para ejecutar juicio sobre la tierra. Creemos que estas profecías se cumplirán en su debido tiempo sin cometer el error de fijar fechas a la Se- gunda Venida de Cristo.
Sección T. El Reino Milenial de Cristo.
La Segunda Venida de Cristo incluye el rapto de los santos, lo cual constituyen la bendita esperanza del creyente, seguido después de un periodo no menor de siete (7) años por el visible retorno de Cristo con sus santos para reinar en la tierra por mil años. El reino milenial traerá la salvación de Israel como nación y el establecimiento de paz universal.
Sección U. El Lago de Fuego.
El fuego es símbolo de la ira del juicio divino, de aquí que la Palabra de Dios hable de un “Lago de Fuego” en el que los enemigos de Dios en su tiempo serán castigados por la eternidad. Estos enemigos son: el diablo y sus ángeles, la Bestia, (el anticristo) el falso profeta y todos los que no estén inscritos en el libro de la vida. Estos tendrán el lago de fuego como la muerte segunda.
Sección V. El Cielo Nuevo y la Tierra Nueva.
Dios en su inmensa misericordia, ofrece a los justos la perfecta heredad de Cielo Nuevo y Tierra Nueva. Esto ocurrirá luego que haya puesto a todos los enemigos debajo de sus pies, y representa el mundo perfecto preparado por Dios para disfrutar de los santos.
Sección W. La Iglesia.
La Iglesia es la institución del Nuevo Testamento, fundada por Cristo mediante su sacrificio vicario en la cruz del Calvario. La misma está compuesta por aquellos que se constituyen en hijos de Dios al aceptar a Cristo como su Salvador. Como institución divina su permanencia garantizada, a pesar de los ataques del enemigo. La Iglesia está compuesta por los santos que están en la tierra (la parte visible) y todos aquellos muertos en Cristo desde el Calvario hasta el rapto de los salvados. La Iglesia es, en expresión humana más amplia, una composición étnica de extensión universal.